Nazareno, taita y guía de mi pueblo,
consuelo de mis aciagos días
y de las noches inciertas de mi infancia.
Como añoro tiempos aquellos,
tiempos que solo vuelven con el recuerdo.
Me parece que fue ayer,
me parece estar oyendo que:
la banda de músicos toca el “Alabado”,
mientras juego descalzo en la placita
buscando monedas y restos de cohetes.
Observo tímidamente tu angelical rostro
y disfruto el perfume de cirios y de incienso.
Mientras que a tus pies, dos angelitos juegan,
se esconden bajo tu manto y sonríen.
El Padre Carranza canta en latín.
Justino, con su lánguida figura y doliente mirada,
arrodillado agita una campanita.
Anunciando al Espíritu Santo.
Los hacendados, sentados en primera fila.
más atrás, el albero y el mayordomo.
Ancianas cubiertas la cabeza con finos tules.
Las ruedas de cohetes a media misa
explotan, rompiendo los tímpanos,
solo Justino, indiferente a todo estruendo.
Lloran los niños en la pila bautismal,
los padrinos arrojan el capillo,
a empellones disputábamos, los caramelos
y los usquilanos vendiendo turrones, chirimoyas,
ollas de barro y harneros de calamina.
La banda Libres de Julcán, en la esquina de la plaza.
Pablo Lizárraga, al frente con su sonora trompeta.
haciendo retumbar los peñascos.
Los fugaces cohetes surcan el cielo azúl.
Los hacendados y sus invitados bailan en su patio dorado,
en la plaza los borrachitos saltan con botella en mano.
Las chinas palanganas estrenan prendas nuevas:
chompas de vistosos colores,
sombreros de palma y zapatos de hule.
En la procesión tú vas sonriente,
el viento juguetea con tus rizados cabellos.
En medio de cánticos y rezos
va cayendo una lluvia de pétalos.
Después de contemplar tus campos, tu río,
tus laderas, tus caminos polvorientos
y repartir tus ricas bendiciones
vuelves a tu trono ¡Oh! Taita Nazareno.
De pronto surge una voz temblorosa por la emoción:
“Allí te quedas Nazarenito, hasta el otro año”;
besa la túnica, y se anublan sus pupilas,
y unas lágrimas ruedan por sus mejillas.
Eugenio Sánchez Bacillio