I
No hay dolor mas execrable
que el dolor del miserable.
Para el no existe justicia
nadie su pena acaricia
y aunque conserve pudicia
nunca tendrá dulce albricia.
Por eso jamás se asombre
que su paso no se alfombre.
Y siempre será probable
que se muera en la inmundicia
sin amor, sin fe, sin nombre.
II
Existen miles Valjean
que mucha piedad desean.
Mas \"honrados comisarios\"
con instintos sanguinarios
y conducta de sicarios
hacen de impiedad santuarios.
Y la ingrata sociedad
amparando su maldad
ignora los pisotean
con procederes sumarios
llenos de intensa crueldad.
III
A prisión millares van
por un mendrugo de pan.
Mas se encuentra por montones
los políticos ladrones
y las grandes religiones
que hacen del mundo jirones.
Y no conocen barrotes
por sus dorados lingotes.
Y eternamente verán
que gozan grandes mansiones
dándole al Cristo sus dotes.
IV
¿Porque si Dios es bondad
no conoce la equidad?
Porque el paria es de la vida
esa sombra entristecida
con la esperanza perdida
y que el \"gran señor\" olvida.
Y su mísera existencia
es un río de inclemencia
donde rumia en soledad
esa pena inmerecida
sin gozar una indulgencia.
V
¡Va la humanidad sin luz
envuelta en negro capuz!
Sus ojos los ha cerrado
y no observa al desgraciado
que se encuentra condenado
por un sistema viciado.
¡Todos le cierran la puerta
porque conciencia está muerta!
¡Y el pobre carga su cruz
tan solo y desesperado
en su vereda desierta!
VI
¡Que nuestro grito feroz
del esclavo sea voz!
Y que vibre con la flama
que el espíritu le inflama
a quien su llanto derrama
por vivir su triste drama.
¡Y brillaran sus auroras
con auras encantadoras,
pues seremos portavoz
de la colorida gama
de luces alentadoras!
Autor: Aníbal Rodríguez