Me condenaste a esta prisión.
¿Quién conoce el rostro de Dios y nunca hable de su belleza?
Es ir a la gala del cielo y guardar silencio.
Entre tus brazos vi el Sol nacer.
El roce de tus labios me dio vida.
Aprendí a reír, aprendí a gozar.
Me enamore de tu piel.
Escuche el silencio del mundo a tu lado.
Me convertí en un criminal.
Porque ahora estoy pagando la condena.
Nunca podré decirle a nadie esto que siento.
Cada mañana al despertar, te busco.
Por las noches hablo con tu ausencia.