Me han desenrollado los ojos
para ver tanta infamia. Cornejas,
invariables aposentos cobijados
insensibles que fraguan los díscolos
frailes en sus monasterios sin lágrimas.
Me han desliado los ojos para ver
tanta injusticia. Secundarios en las estaciones
de todos los pueblos, rosales injertados
que muestran sus caries sin vergüenza,
sus varices interminables e incontestables,
que repiten sus lecciones amargas de esperanza
y de odio.
Me han echado a los ojos la tierra con todas sus cenizas.
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