Ella, no sabía lo que era el amor, hasta que tocó el cielo.
Ella, no sabía lo que era el amor, hasta que besó la luna.
Ella, no sabía lo que era el amor, hasta que se vio en sus ojos,
y en ella, quedó... la melodía de un amor naciente.
Comprendió que amar ardientemente, le devolvía la vida;
le hacía sentir viva, en sus brazos cálidos, llenos de amor.
Ella, dejó de sentir dolor y soledad, cuando sintió sus labios...
ese beso, de la primera vez, fue tan intenso, que se hizo prisionera.
Ella, dejó de estar triste, y empezó a ser feliz de saberse amada.
Ella, soñaba todas las noches, sus besos y su amor.
Se inventó un mundo mágico junto a él, y se veía en sus brazos,
y todos los días, esperaba el momento de volver a verlo.
Ella, veía el cielo, y dibujaba corazones con el dedo y ponía sus iniciales.
Se sentía protegida, y amada como nadie lo había hecho antes.
En su imaginación, sentía ese amor tan suyo... entregado y enamorado.
Despertar en sus brazos era su ilusión, y en sueños deseaba sus besos.
Pero un día, él no regresó, y nunca más se supo nada de él;
y ella volvió a su tristeza y no volvió a sonreír;
no había un día, en que no llorara ese amor que jamás volvió...
hasta una tarde, que una amiga la visitaba, la encontró muerta.
Ella, murió de amor... ella nunca supo que él, había muerto de amor.
Alicia Pérez Hernández
- No es la pluma la que escribe, es el alma -