El otro yo

Momento de gloria

Este vicio tan carnal nos ha traído hasta éste rincón del infierno, casi opacado por el fuego de nuestras caderas entrelazadas mientras hierve a borbotones la sangre en tu pecho y desencadena este frenesí de besos. Colocándonos así en posición para degustar la mesa servida a los amantes.

Tuyo  es el sabor que despierta este incendio por dentro. Tuya la savia que fertiliza el nido. Tuyo el puñal que quiero tomar cada noche entre mis manos y penetrar esta cortina de deseos,  cabalgando en la espesa niebla de nuestros jadeos, hipnotizados por el tacto de dos cuerpos que vibran en la misma nota haciéndose extensión uno con el otro.

El ritmo del movimiento nos lleva hasta el clímax en esta montaña rusa y  dejamos ir hasta el último suspiro mientras tus manos sostienen con fuerza mi espalda. Las pulsaciones comienzan a descender,  toda la firmeza de ti se vuelve mansa, se vuelve abrazo continente, y uno con el otro -apaciguados al fin- nos envolvemos tierra y agua nuevamente.