Pléyades

Mis manos ya son de barro

Si matas el alma de un poeta
No le exijas entonces que regrese a escribir...

Caminaba pausado, atravesó la flecha. 
En mi mente estallaban una y otra vez.
Acaba de oírlas, acababa de verlas.
En los ojos cenizas, al final, al leerlas.
En la boca la hiel al besarte otra vez.

El poeta en mi alma se colgó de un cuerda,
Y raudo se ataba en total nitidez.
De un mortal se lanzaba al vacío de la espera. 
Tenebrosa la cuenta de volverte a querer. 

Se quemaban los libros de sus besos ardientes,
Consumidas las páginas de sus cuentos de amor.

Se bajaban los cascos,
Caballeros ecuestres,
Se lanzaban del risco, 
Las princesas al sol.

En completa negrura ha quedado mi mente,
He matado al poeta que vivía en mi interior.

Mis blancos puños ciñiendo tan fuerte,
De barro ungidos apretando dolor.

Y hoy que vivo orgulloso, aquí y ausente,
Convivo con este mi gran desamor. 
Ya soy otra persona, otro ser presente.
Que te besa en la boca, sin sentir más amor.