Caen mutiladas las alas
en tierras desazonadas
mordiendo la soledad que las acompaña.
El silencio silba mi réquiem
(me enterrarán vivo
con las ganas en las manos)
se acomodan despacio gorriones azules en mi pecho
y duele hasta las lágrimas
esa alegría apagada
ese revoltoso viento suyo
que enmarañaba entonces mis venas.
Se visten de otoño mis ojos;
esperanza hojalata
que todavía teje imposibles
en mi catastrófica manzana que bombea:
manzana que le di
manzana que mordió
manzana que me entregó sangrando.
Ahora cuento
la cuenta regresiva del olvido
que no existe
y es cuando almaceno dentro de mi frente
sus miradas empolvadas
sus besos caducados
su cuerpo que ya no es mío.