Evadido del reinado
de un espejo cristalino,
suave inicia su camino
con su andar acompasado,
brillo de sol atrapado,
frescura de cordillera,
besa el sauzal a su vera
y abre un estrecho elegante
en el roquedal gigante
que acaricia a su manera.
Arriba moles rocosas
con sus brazos hacia el cielo,
galano cóndor en vuelo
sobre formas caprichosas,
esculturas portentosas
que pulieron lluvia y viento,
como salidos de un cuento
torres, castillos y bestias,
piedra y más piedras enhiestas,
milenario encantamiento.
Abajo el agua azulada
de un Limay resplandeciente
que se ensancha de repente
o se ciñe en su avanzada,
mientras toda la bandada
de embarullado follaje
da el concierto del plumaje,
melodías de las aves,
tonos agudos y graves
que le ofrendan al paisaje.
Desde el balcón del ensueño
se divisa una pintura,
obra genial de natura,
y uno se siente pequeño
ante este lienzo sureño
tan finamente logrado,
fascinante y delicado.
Baja el río displicente
entre el peñasco durmiente,
mágico Valle Encantado.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.