Es que, debería cerrar mis ojos
para escuchar tu danza en el viento,
la pausa de tus latidos al momento
de dejar tu historia en un beso.
Y llamarte como tú lo quisieras.
O dejar de amarte si tú lo pidieras.
Pero no sé, es tan díficil extrañarte
si las mariposas dejan de posarse
en ese recuerdo triste que llamas rosal.
Ya amanece, apenas y miro tu aroma
abandonar la catedral de los suspiros.
Esperaré ver paciente
cómo los resquicios de tu amor asoman
o moriré por siempre
si no escucho más esos latidos.