Sobre una silla descansa
ya cansada y dormida,
las notas de una guitarra
arropada con una mantilla,
la vi en una exposición de Belalcázar
en la provincía de Córdoba,
y me impactó su gracia, su sencillez
y le puse un asiento en el alma,
la miro y la miro una y otra vez
pero no le veo la gracia,
un atril donde se duermen las notas un poco melancólicas,
un jarrón donde se miran las rosas
sobre una mesa de oscuro barniz,
un pañuelo que quizás guarda algunas lágrimas
y la guitarra sonora que silenciosa calla,
no es nada difícil retratar este perfil
si no añadimos algunas palabras,
quizás recordando un tabláo
donde ella cantaba,
y algunos sueños de enamoradas o enamorados
que en los sueños se bañan,
hoy yacen en un rincón olvidados
en el fondo del alma,
triste y melancólico escenario
donde la tristeza no alcanza,
ni hasta el marco del cuadro
yo lo cuelgo en la pared de la esperanza,
y se revive con ánsias
el sabor a acuarela o pastel
que se respira en ese rincón de la estancia,
donde un día yo me encontré
sin buscarlo, sentada una guitarra
sobre una mullida silla,
sobre la mesa unas notas olvidadas
y un jarrón y una mesa,
sobre el tiempo enpolvada
en el calor de una tarde de verano
en el pueblo de Belalcázar,
olvidada y soñolienta, enamorada
me quedé mirando este cuadro,
mientras unas notas sonaban
en el fondo de mi memoria,
sus cuerdas me recitaban
y escribí este humilde poema
dedicado a esta escena y su guitarra,
que yo encontré una tarde de verano
en el pueblo de Belalcázar...