(Al amigo Rene Batista Moreno)
Cuarto sencillo, número treinta,
ventilador,
mesita pequeña,
espejo pornográfico frente al colchón.
Un radio ronco que suena a fonógrafo
me quita la locura del silencio,
me despierta del insomnio cotidiano;
necesidad terrible de vivir cada minuto,
renunciando al sueño,
porque dormir es como morirse sin dolor.
Camajuaní:
Cuarto sencillo número treinta.
Una pequeña rana me acompaña en las noches tranquilas.
Programa Nocturno, en la radio.
Gardel en la mesita rústica.
Silvio, Pablo, Vicente, en los recuerdos;
regreso obligado al mono gris,
la muerte espera por ahí;
y la escalera de caracol.
Camajuaní:
Cuarto sencillo número treinta.
Pueblo pintoresco y alegre, lleno de tradiciónes.
Sus parques y calles reflejan pobreza,
pero la belleza de sus gentes
dejan recuerdos que no los borra el tiempo,
porque aquí el tiempo se mide por sus parrandas...
De pronto, a las 12 de la noche ¡Una explosión!
Es el pueblo que celebra su fiesta tradicional,
volcán que se despierta,
parece un pueblo en rebelión:
chivos y sapos son los dos bandos en disputa,
la madrugada se une con el día,
no impoprta que salga el sol.
Es imposible conciliar el sueño;
como no soy de los que buscan fiestas,
prefiero quedarme en la habitación.
Leo durante horas
las revistas que el amigo en mis man os dejó
(Signos, Feijóo, Espiritismo)
y así transcurren las horas,
las explosiones continuan,
y todo conspira para que nazca un poema,
después de tantos meses en gestación.
Camaguají:
Poesía que nace entre estremecedoras detonaciones.
Parranda entre enemigos, teniendo por armas
la música tradicional y el ron.
Pequeño viaje al pasado que retorna cada año;
pasado y presente en una sola acción.
Frank Calle, Camajuaní (28-29/marzo/2000)