¿Recuerdas, mi amada, los calores del verano
cuando subíamos la agreste y adusta quebrada
por aquella pendiente tan dura y empinada
tú y yo, amor mío, los dos asidos de la mano?
No ascendimos la escarpada montaña en vano,
pues en lo alto de la cima encontramos clavada
la flecha de nuestro amor que allí fue arrojada
por los celos de aquel dios bárbaro e inhumano.
Ahora que hemos hallado la saeta del amor,
te pido, amada, que nunca más sea lanzada
por la mano de ningún dios cruel y vengador.
Tal vez así yo pueda ser tu eterno amador
para poder adorarte y por mí idolatrada
eternamente en medio de este mundo traidor.
Canciones de amor.