Mostró sus senos encapuchada sobre la estatua de un Papa y cambio todo en un momento cuando ella se entendió que era ella y que su ser, género y sexualidad buscaban otras reglas, otro lenguaje y una nueva forma de comunicación. Una muchacha que alza y grita, sin decir nada, sin palabras ni voz, esta soy yo, no soy de nadie, y mi cuerpo es sólo mío, sólo mío, y es un templo, un don.