alupego (Ángel L. Pérez)

PUERTAS DE CARNE

PUERTAS DE CARNE

La voz se quedó colgando,
de los labios reprimida.
Resbaló como un rosario,
de promesas incumplidas.
El tono de sus acordes,
de matices indecisos,
rebeló la inconsistencia,
de su verso y de su rima.

La brisa rozó sus labios,
enjugando su sonrisa,
jugosos como la pulpa,
de la más jugosa fruta.
Brillo de luz carmesí,
reflejo de quienes brillan.
Entrada de bellas puertas,
para quien merezca abrirlas.

El sueño se tornó efímero,
como se muda la vida.
Galopando entre las sombras,
con la verdad encendida.
Entre cirros de algodón,
que se pierden y se olvidan,
trota la vida sellando,
las puertas en las que mira.

Telúricas vibraciones,
latentes en cada fibra.
Madre amorosa que mima,
a los nacientes embriones,
que en su vientre se cultivan.
Sueña la unívoca célula,
que se divide y duplica.
Prolíficas sensaciones,
multiplicándose intiman.

Corriente de besos trémulos,
que indecisos acarician.
Vaídos versos que flotan,
en la superficie líquida
de la zumosa sonrisa.
Magnéticas realidades,
que se esfuman y claudican.
Aves de rico plumaje,
que aletean sin ser vistas.

Vagos recuerdos sin sombra.
Estrafalarias reliquias.
Retratos en blanco y negro,
de sepia sus finas vidas.
En el naufragio los restos,
de promesas repetidas.
En un rincón el candil,
como una luz mortecina.
Sombreando las ausencias,
un recuerdo que respira.

La voz se quedó prendida,
de los dientes que vigilan.
Asomando sus matices,
para encontrar la salida.
En las puertas de la carne,
de su poder convencidas.
A.L.
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20/08/2019