Eres la hija del mar que siempre soñé en mis sueños,
eres la sirena que cautiva con su canto
mi pensamiento, eres el origen de mi llanto
cuando te ausentas en mis paseos marismeños.
En la alborada rutilan tus ojos risueños
como dos esmeraldas que tienen el encanto
de seducirme, o ser mi mayor desencanto
cuando de mi afligido corazón no son dueños.
Cesa ya, oh seráfica sílfide divina,
de ocasionar en mí tanto lamento y dolor.
Libera a tu cautivo de esta vida mezquina
y así poder pasar a una vida mejor.
No dejes que se consuma con tanto tormento
viviendo esta vida de continuo sufrimiento.
Canciones de amor.