Mis versos esculpía con tanta vehemencia,
en torno a su figura, prendida de fulgor;
del alma despertaba suspiros del amor,
cubiertos con un halo de clara transparencia.
Sus ojos verdes claros, de hermosa incandescencia,
fulgían tan serenos, tan llenos de candor,
llevaban sus pupilas la luz y el resplandor,
de mística ternura, repleta de inocencia.
¡Y fueron esos días, los días de ilusiones,
que mis horas llenaron de infinito placer,
bebiendo de sus labios las copas de pasión
que todas nuestras fibras llegaron a prender;
mas todos los ensueños se vuelven nubarrones
que llenan de tristeza el nuevo amanecer!
Autor: Aníbal Rodríguez.