El beso de la muerte
El amante
que tuvo la sensación pura de estar muerto,
al posar sus estriados labios por la fría entrepierna
de la divina muerta;
el demonio triste que portaba una carta triste
con sabor a hiedra,
con forma de un dios cargando un muerto;
con una plegaria de tul en chambra sombría
el atavío vestía,
con ese acíbar de harpía que viste de negro a los fantasmas
que a platicar vienen con él;
con esos aloes que los efluvios perfuman en los puertos
¡Dió un grito de espanto el demonio triste…!
Vienen y se sientan los fantasmas como ebrios duendes
en el sillón de la huesa que perdió al marido ¡vaya!
las putas del bar se embriagan con el amargo coñac del tuerto
¡el nepentes, entre la niebla, para curar el dolor maldito...!
El llanto de las viudas no es más que una tonada fría
en la costa muda,
y del mar trepan los fantasmas como gusanos viles
llevando en el corazón
los huesos de la dulce amante: la muerte.
¡y en los enigmas una inmensa sepultura: la mar…!
Miran hacia el puerto una cruz de cedro que,
algún fantasma dióle a los espíritus de los muertos la inmortalidad,
para ofrendar sus tormentosos huesos ¡ante infame fatal!
Y recogen los sucios tacones de las putas del bar los céfiros
¡ay!, que al ver algún fantasma desnudo ¡Le aman con diabólica e
infernal desventura! Así, ese cuerpo ventrudo tuvo
la sensación pura de estar muerto
abrazando las frías piernas (el fraile yerto)
Los esqueléticos abrazos amaron los herejes huesos
de una fatal que olvidó su alcurnia,
para recoger los sucios harapos de un helado muerto…
¡Ah! que infame es este amor...
cuando en el silencio los delirios nos embriagan,
cuando Morfeo en sueños negros nos esposa en fúnebres idilios,
donde los huesos crujen, porque la parca como loca amaba,
la desordenada ¡Tantos idilios fúnebres! ¡Esta puta descocada!
que escogió a un amador de caligrafía plena su Biblia extraña
¡extraña!, en negrita escrita que decía: ¡El fraile ha muerto!
El monje loco recordar, al fín, la triste carta que guardaba
para la hereje de las frías piernas: la muerte,
y ansioso la leyó el condenado amante: ¡El fraile ha muerto!...
El chasquido de un beso sonó en la oscuridad…
Autor: Santos Castro Checa
Rudavall \"luz y sombra\"
Mallares – Perú
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