Cuantas veces sentí la inconsistencia
del amor que decías profesarme,
mas, perdido en las playas de tu esencia
me negaba, cobarde, a rebelarme.
Yo tenía la fe que tu presencia
para siempre debía iluminarme;
que jamás sufriría de tu ausencia,
y que nunca podrías traicionarme.
Pero raudo murieron tus promesas
y fue duro perder tu dulce acento,
se extinguieron igual que las pavesas
que se apagan si sopla fuerte viento;
mas tus huellas quedaron bien impresas
cual saeta prendida al sentimiento.
Autor: Aníbal Rodríguez.