No siempre estoy triste
y esto realmente me apena
pues muchas veces mi fortaleza
reside en estar alegre.
Mi naturaleza no es, por naturaleza,
feliz o dichosa, y me cuesta un mundo,
emocionarme con cosas sencillas
y hermosas: alas verdes de mariposa,
libélulas de los ríos, francas risas de niños,
o francesas mostrando sus pechos,
a orillas del mismo estanque que veo.
En cambio, si me dais los líquenes de agosto,
con ellos me regocijo y en ellos me transformo.
En árbol enfermo, y en triste pero remoto
invierno laborioso.
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