Te fuiste con la siega
Y prometiste amar y te propuse amor,
lejos de normas absurdas,
en el mejor lugar del mundo...
y fué allí...
bajo esa luna románticamente cómplice,
en que me deshice en besos,
te entregaste en suspiros
y entrelazados los cuerpos,
se confesaron las ganas.
Te abracé con fuerza,
atenacé contra mi pecho tu blanca espalda,
tu piel calida, de humedad vestida...
se adhirió a la mia;
el deseo ató nuestros cuerpos en uno solo...
como lo pediste...
como aquel sueño que te invito a mis brazos,
amarte... sin mirar tu rostro,
ruborizado por la duda de dejar su inocencia,
en medio de una vorágine de lujuria;
tu adolescente cuerpo vibró,
el mio solo obedeció a las ansias.
No se cuantos te amo declamé en tu oido,
no se cuantos gemidos le gritaste al mundo,
me senti sublime,
te complementé en estertores,
me deshice en ti,
te llene de vida,
fecundamos el futuro...
El olor a inmensidad, con los primeros rayos del sol,
nos despertó a la realidad,
nuestras miradas se buscaron,
nuestros cuerpos reflejaron el amanecer del mundo...
sucios de arena pero colmados de amor,
con el deseo aplacado,
los corazones satisfechos y tu vientre en evolución,
nos alejamos de ese paraiso, por tanto tiempo anhelado
y tomados de la mano, desnudos...
buscamos refugio de miradas obcenas
y no nos importo más que prometer estar juntos...
hasta segar el trigo recien sembrado
y darle luz a la propuesta simple de limpiar el pecado,
con el misterio inconmensurable de la vida.
La cosecha no se dió,
tus tierras solo soportaron la siembra... cinco lunas,
te busqué desesperado,
no sabía por que huias...
desconsolado... regresé a nuestro cielo y allí...
con el mar besando tus pies,
en medio de un charco de sangre que vertía tu entraña...
y tus muñecas rotas...
encontré tu cuerpo exánime...
nuestra frustrada siembra y mi muerte en vida.
Ron Alphonso.