Ayer me diste una gran noticia cuando íbamos en el coche de camino a casa, después de haberte recogido del colegio. Me dijiste que ya sabías sumar, dándole a tus palabras un cierto tono de solemnidad, sabiendo que se trataba de una información enorgullecedora para mí.
Durante los años iniciales de la vida, las primeras veces en cualquier aspecto se van sucediendo una detrás de otra, y los padres( sobre todo para un padre primerizo, como es mi caso) casi no tenemos tiempo de asimilarlas. Poco a poco vas quemando etapas, y tus primeros pasos, la salida de tu primer diente o la pronunciación de tus primeras palabras van quedando borrosas en la línea de la memoria. En la mayoría de ocasiones, estas situaciones no son repentinas, sino que se van desarrollando en procesos paulatinos durante varios días, o incluso meses, hasta que llegan a tomar cuerpo.
- ¿Sí, mi vida? ¡qué alegría...! A ver, ¿cuantos son 2 más 2?
- Pues 4, papá-. Me contestaste tras agacharte unos segundos detrás del asiento.
- ¡Muy bien! a ver... ¿3 más 3? Y no vale contar con los dedos, ¿de acuerdo?
- No cuento con los dedos, papá, en serio-. Y de nuevo te escondiste para levantarte transcurrido un instante, antes de responderme acertadamente.
- ¡Genial, mi vida! Aprender a sumar es muy importante, aunque a lo largo de la vida te cruzarás con quien la suma de sus pasos sea superior a la de las huellas realmente marcadas.
- ¿Qué, papá?
-Nada, hija, no me hagas caso. Esto no tiene nada que ver con las matemáticas. De vez en cuando me da un aire filosófico.
Durante todo el trayecto fuimos practicando. Aunque se trate de sumas simples, con cifras de un dígito que no sumen más de la decena, para mí se trata de un hecho de suma importancia. Con los números, lo principal es coger la dinámica, y a partir de ahí, ir añadiéndole dígitos. A mí nunca me han gustado las cifras pero son muy necesarias para poder abrirse camino en la vida, sobre todo las operaciones básicas. Estás en tu tercer y último curso de infantil, en el que comenzarás a realizar tus primeras operaciones matemáticas y a leer tus primeras palabras, y por eso es importante que este año no pierdas muchos días de clase. El curso pasado fallaste con regularidad, pues cogiste varios resfriados en los meses más fríos. En éste vas muy bien por ahora, y para ello nos esforzamos tu madre y yo en protegerte todo lo posible del frío y en alimentarte de manera saludable, sobre todo dándote mucha fruta y verdura para mantener siempre altas tus defensas. Ayer, por ejemplo, te puse un puré de verduras y te lo comiste entero. De postre te tomaste media naranja y unas pepitas de granada que te preparé en un plato. Te pirra la granada, al igual que los higos. En eso te pareces a tu padre y a tu abuelo. En el centro del paraíso, por fuerza debe haber una higuera gigantesca que comience dando brevas en mayo y se mantenga fructificando hasta noviembre con higos invernales. La semana pasada remataste los últimos higos verdales de una temporada espléndida en frutos. Por esto también me siento muy satisfecho contigo, hijica. No eres delicada para las comidas y lo mismo te comes la verdura, que la carne, el pescado o la fruta, y así se ve reflejado en el lustre de tu piel, el brillo de tu pelo o la energía que desprendes.