A los benditos poetas muertos,
a los que con ser famosos soñaron,
algunos ya caídos no lo vieron,
aquellos que con placer meditaron.
A los temerarios poetas muertos,
los que la cruenta verdad denunciaron,
en tiempos quizás todavía más duros,
fatalmente defenestrados... ignorados.
A los románticos poetas decimonónicos,
para los que la poesía y la vida iban juntos,
y estaban inspirados en mitos diabólicos.
A los idealistas bardos modernistas,
a los innovadores en su tiempo avanzados,
en el fondo todos soñadores e ilusionistas.