En la barahúnda de mi boca tus furtivos besos
se vuelven cítrico canto prohibido,
caricias entre sueños al tacto de la noche
a escondidas en el himno de la piel,
sabor a fruta de ardentía nos mimarnos al cortejo.
Mentes dueñas de esa insistencia clandestina
nos pare eternos al propósito de asirnos
en cuerpos que beben el deseo al norte de los pies
sin mas pena que ser un arpa al contacto de admitir
la ajena posesión que nos asiste en el amor.
Vamos al asecho que reclama el gozarnos
feliz amante de ahogar la rutinaria plusvalía,
tocarnos al dinámico desfogue de un te extraño,
adosando los sentidos avivados al contacto de mirarte
sin ser más que ajenos desde el día en que nos dimos.