Él, ya no bombea su vitalidad,
se sabe vacío y desterrado y su lamento es un escarlata imperecedero como su pena,
su propósito le fue aniquilado, derramaron con ferocidad su sangre.
La frialdad del homicida le arrebató su aliento
forzando a la vida marcharse.
Incrédulo vaga en lo sombrío de la otra vida, creyendo poder vivir...