Un espléndido ramillete entre tus manos
como diosa de cielo sostenías
con blanco vestido de novia
y un alma pura se veía.
Con llanto sofocado una voz gemía.
Ni viento, ni lluvia,
ni las hojas verdes de primavera,
ni las desprendidas amarillentas
del otoño se percibían.
Sólo tu figura bella,
tu imagen angelical
sosteniendo el ramillete
de las rosas rojas
decoradas
con las perlas de cristal.
El sollozo sofocado
fue guardando su silencio,
por respeto a divina novia,
para mantenerla viva
en ese recuerdo de la rosas rojas.
¡Ah! La vida
La que está echa
a pedazos de recuerdos,
la que alienta en el día
y por las noches enloquece.
¡Ah! tu ausencia
que por el día me oprime
y por las noches me deprime.
Sólo tu figura bella
sosteniendo un ramillete,
aquel que te di ese día
en que me juraste amor eterno.
Y sólo una rosa roja
de entre todas ellas
fue la más bella
como tu lo fuiste.