Entre riscos y gargantas
por un abrupto camino,
al arrullo de abedules,
voy buscando mi destino.
Por encima de las copas
de unos árboles muy altos,
se ve cómo cae el agua,
proveniente de unos saltos.
Dentro de un salto una cueva,
en su interior una ermita,
en ella mora la Virgen,
objeto de mi visita.
Señora de aquel lugar
donde la paz se respira,
he caminado hasta ti
buscando paz en mi vida.
Vengo a implorarle perdón
por todo aquello mal hecho,
y que me asista en salud
para afrontar este trecho.
El último de mi vida,
una vida que se apaga,
donde acechan los peligros
de un cuerpo que se desgasta.
J. Piñeiro