No me ofrezcas con la mirada esas uvas, que sabes que son mi perdición.
No me llames, con apenas una sonrisa, a colarme de extranjis en tu escena.
Exprimamos juntos el vino de mis entretelas, hasta perder exhausta la noción.
El laurel de tu greñas no es laurel, es parra maldita que entrelaza mis cimientos.
Hazme perder el seso, mas a cambio concédeme el beneficio de la duda.
No me mires más, de esa manera, que pareces hechicera que espera bacanal.
Si dejas de tentarme, de invitarme a esta tu escena, seré por siempre todo tuyo.
Dejaré mi apolíneo natural que vague más allá de mis afueras.
Llámame a la locura, no pares de hacerlo, pero no de esa manera, travieso.
Esperando estoy a tus musas, las bacantes de mis noches de pasión.
Embriagado hasta la sentina de este elixir que fluye de sus ubérrimos úteros
me hallo aquí, frente por frente a tu efigie, a tus uvas, a tu verdura...
Sin pasar de tus consejas la factura.