Tus besos son de tierra
e imagino, con ellos, una bodega
incierta, que trata de arribar a puerto.
Tus besos son arena, gratificante,
que enciende mi lengua, y prende
los símbolos muertos.
Tus pechos son sonoros, y muerden
mis labios, tañendo conjuntos de notas
en pianos antiguos.
Tus pechos son rocío, se deshacen
en mis manos, como alimento del cielo
caído.
Tu cintura es leve, como breve espuma,
de mares indemnes, islote de mi vientre
y tigre de mi sangre.
Tu cintura se me pierde, y busca bloques
de luna, en los fangos de las sendas verdes.
De mármol son tus arterias, y la yedra
que por ellas sube, por tu corazón infrecuente,
hasta golpear las catedrales vacías de tu sanguínea
frente.
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