Podría quedarme quieto,
callar mi olor en el barro,
quizá desteñir una sombra
teñida de sobria embriaguez
De algo siempre estoy seguro,
nos asfixia el viento de miedo;
es un torpe juego de azar
apostar la vida al silencio
Como tardarse en llegar
y dormir en sueños,
lapidario es el destino
del que no tiene voz
Que no necesariamente
se traga un nudo,
que no tener voz
no es igual que estar mudo