Todos los días, bajaba esa hermosura
de mujer al río a lavar, yo enamorado
en silencio, y ni un piropo le decía;
el brillo de sus ojos negros mi cara
cambiaba de color, y como un tonto
le escribía versos de amor, hasta
mi corazón se aceleraba, más una
tarde pasó por mi casita, entró y mi
escrito estaba en la mesa, la tomó
comenzó a leer, y como sonreía, allí
comprobó que yo estaba loco de
amor por ella, solo sé que hoy
disfrutamos de esa locura en cada
mañana, porque también en su
corazón siente esa pasión por
amarnos sin que nadie se oponga,
y mis notas son con mucho amor.