Como una herida viva y abierta con el tiempo,
Así caminaba…
Cabeza baja, mirada triste dolorida sin igual.
En un tiempo donde mi entorno, se empeñaba en hacerme daño.
Una herida expuesta y debilitada por la indiferencia.
El descansar se transformó en prohibición,
las noches estaban hechas para angustiar y sufrir por el amanecer.
Un dolor insoportable que se hacía más grande.
La sencillez del respirar, se transformaba en el desafío del día.
Bañada en sangre viva, mi herida reclamaba el resto de mi ser.
Con el cuerpo debilitado incapaz de defenderse, un mapa en curvas de heridas, había sido dibujado sobre el.
Me di por vencida.
No podría más…
¡Más no puedo!
Baje la vista a contemplar el suelo y pensé;
- He de buscar un sitio, que en este sitio solo la muerte me pueda abrazar.
- Muerte consoladora, amiga, experta en el olvido y dolores.
Sentí una brisa y ahí estaba ella, muy lejos del escuchado. Era bella, vestida en una indumentaria negra, salpicada en lágrimas de rubí fino.
Poseía mirada altiva, desprendía un frio aliento, transmitiendo una calma al igual al ojo del huracán, en cielo claro con vientos transformados en brisas ligeras.
El silencio era abrumador, incómodo rellenos de preguntas lanzadas al vacío de los pensamientos.
Fije mi vista sobre ella, que detenida desde algunos metros me observaba.
Pensé, ¿Cuándo se acercará ?
Pasado unos segundos de expectativas, para mi extrañeza aquella aparición, susurro algo al viento, que en forma de brisa me acerco y me dijo;
- Volveré por ti, cuando no me quieras.
- Volveré por ti, cuando me tengas miedo.
- Volveré por ti, cuando de verdad, quieras vivir.