Suenan campanas,
que llegan y estremecen,
llaman a misa.
Lentas pausadas,
repican en la tarde
que ya termina.
Se ven beatas,
que suben a la iglesia,
con ropas negras.
En la colina
se estira, perezosa,
nuestra capilla.
Lugar de culto,
de rezos, de bautismos
y funerales.
También de gracias,
al Niño y a la Virgen
por mil favores.
En el silencio
del templo y de sus naves
hay mucha paz.
Paz en las almas,
que llena y que adormece
los corazones.
Y algunos labios,
musitan una salve
con devoción.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/08/19