Una llama de roble se apaga,
ejército de glóbulos se fugan y asesinan su alma,
sus pupilas,
par de estrellas que brillan,
clavan su mirada cobarde y afligida
temerosa a la penumbra infinita.
Allí, allí yace mi abuelito, perplejo en una cama,
un árbol se pudre lo carcomen sus pesares,
su tronco carnoso desecha frutos fatales,
y sus fétidos olores aromatizan las fosas nasales.
Gestos tristes de hipocresía acompañan su partida,
crueles que abandonaron su travesía.
El viento de la vida sacude al navío,
que huele a tabaco de Raymundo consumido,
ráfaga a ráfaga le arranca el velero,
y yo, un nieto llorando me consuelo.
Su último suspiro lo testifico en grosería y en él buenos días,
el vaivén de la hamaca está vacío,
el ser de mi viejo ha desaparecido,
pero un día glorioso iré contigo,
a saludarte,
allá..
en el sueño desconocido.
Ladridos leales cantan al cielo,
y su Amada…
lo extraña con deseo.
Miércoles 07/Agosto/2019