Mi nota editorial del trisiesto lunes 30 de febrero.
Era lunes, demasiado sofocante como para encasillarlo en un inicio de semana primaveral, con una brisa reverberante que venía del río, había transcurrido la mañana en medio del comienzo de todos los veranos sofocantes de mi pueblo, porque a este pueblo la única Primavera que lo visitaba era una parienta loca que de vez en cuando se aparecía desde un pueblo vecino. Yo regresaba a casa en mi viejo, destartalado y ruidoso cacharro de la marca Jeep Willys modelo 54, de mí misma edad, y que en algún momento de su trajinar también fue último modelo: ¡Como Yo!, sin capota, porque estaba convencido que era un ¡Convertible! Vidrio panorámico al capó por estar bien rayado y sucio, con los sillones cubiertos por un forro de tela blanca con rayas negras, que no era sino para cubrir los destrozos de lo que una vez fue un fino sillón de piel de vicuña; me disponía regresar a casa cuando mi vecina Perseveranda, la de la esquina; me extendió la mano en el andén izquierdo, una cuadra antes de llegar al parque central para pedirme un aventón (chance) dado que ella también regresaba a la suya, manejaba por la avenida occidental al lado del parque cuando fuimos detenidos por un fenomenal trancón, algo muy raro en mi pueblo donde nunca pasa nada raro. En un sector de esa zona verde para la recreación y el deporte, estaban:
“Ella y El\".
\"Ella\", ¡Francia! como se llamaba o le decían en el pueblo, Morena de piel percudida y semblante casi transparente por su adicción a la cannabis, me miró con sus nebulosos ojos de canicas de cristal empalidecidos por el efecto de su último \"Toque\" y me obsequió una sonrisa de su desmuecada y amarillenta dentadura o lo que quedaba de ella a causa de la nicotina, en ese momento el mundo era de ella y para ella, la vi como Dios la mandó a este mundo, ausente de sus harapos \"Yves Saint Laurent\" (made in France), desechados y regalados por alguna encopetada dama de la \"High society\", en una posición \"Cuadrupeda\" le colgaban dos desgarbados tirones de pellejos de sus pechos ausentes de cualquier tejido adiposo más parecidos a chancletas desgastadas por el uso y el abuso que a otra cosa.
EL: ¡Papito Dios! como los muchachos del pueblo lo apodaron quizá por su mansa cordura, su plomiza y desordenada cabellera al estilo rasta y una gruesa rama de matarratón a manera de cayado que siempre llevaba consigo y lo ayudaba a equilibrar su inmensa humanidad, a su lado un descachalandrado y ahumado caldero encima de tres enormes piedras donde, bajo de el, tres astillas de leñas ardían al fragor de la candela dejando escapar una cortina de humo que los cobijaba en su intimidad ausente a manera de cortina traslucida, con olor a algo que se quema, en el contorno de su improvisada cocina donde el arte del sexo al parque y la improvisada culinaria aderezaban una inocente sesión XXX, transmitida en vivo y en directo, con la diferencia que: su consorte, no era poseedora de estrambóticas y asfixiantes tetas prefabricadas en silicona porque aquí “SIN TETAS SI HABÍA PARAÍZO”, aunque no existiera una mesa de mármol cubierta de finos y costosos manteles de seda importados de La China, ni comerían Chantubrian a las finas hierbas aderezado con caviar y menos acompañado por un buen vino de la cosecha del siglo blando, que no tiene cuando.
Este personaje, bonachón de aproximadamente 1,90 de estatura; con cara de bobo alegre, apresuradamente y con la destreza de un cirujano en el quirófano; soltó hebilla, desencajó botón, bajó cremalleras, abrió bragueta y extrajo: cuarta, jeme y dos dedos de un somnoliento mendrugo coronado por un cebollón descalabrado en el centro de su cornamusa aromatizado por una hediondez a meadero de cantina en feria de pueblo, que al salir se desenroscó como desorientada boa constrictora despertando de una hibernación y a pocos centímetros de tocar el suelo se erigió como asta de bandera guerrera para degustar una suculenta y cochambrosa tarántula peluda, espantó las moscas a la entrada de la “Aspiradora de su Francia del alma\" y este a su vez fue succionado por esa virulenta pestilencia que la devoró como si se tratase del sancocho de pezuñas, panza y tripas medio podrido que en la olla hervía despidiendo un reverberante y fermentado olor que se potenció con los nauseabundos vapores escapados en esa frenética operación de \"Sexo al parque\" dejándoles turulatas y temblorosas extremidades inferiores al sucumbir bajo el bestial orgasmo del bobo de los tres pies y la loca hambrienta atraída ¡No! por el embrujador olor al famoso mondongo en la olla tiznada; sino por el otro mondongo; pendiente, boca abajo y con paradisiacas virtudes afrodisíacas en medio del despelote producido a esa hora por el trancón de carros con pasajeros que, haciéndose los pendejos, miraban de vez en cuando hacia el cielo como queriendo encontrar un eclipse total de sol en medio de los ardientes y achicharradores rayos de sol de ese medio día de insoportable verano caribeño.
Solo una mirada a la desordenada, peluda y erizada araña sin patas en medio de esos dos muslos casi descarnados, le bastó a ese grandulón para erigir el Tótem circuncidado por alguna sífilis mal tratada por algún brujo con ínfulas de curandero de pueblo, más otros veinte minutos de una eyaculación atronadora y explosiva que ni pitos, ni sirenas, ni frenadas de conductores mirones amilanaron ese postre de entrada, entre ellos el mío porque no pensaba por ningún motivo perderme esta película triple X en vivo y en directo, donde hasta me olvide de la ilustre dama vecina que traía en silla preferencial de mi flamante BMW (Willys vuelto mierda), quedamos como espectadores en un auto cine callejero como los que alguna vez vi en las películas de los años 80s. La pobre vecina perseverando en su llegada y quien sabe pensando ¿qué de mí? no habló más en lo que quedó del recorrido a su casa, al llegar, se bajó sin levantar la cabeza, tal vez muerta de la vergüenza, no se despidió ni me dio las gracias y no la volví a ver sentada en la terraza de la esquina de su casa por más de un mes.
¡A ella, Francia! días después se le vio deambulando por las calles del pueblo, triste, sola y quejumbrosa en la búsqueda de su Garañón, tal vez pensando \"Cuando habrá de regresar aquel ¡que me robó el corazón! y se marchó sin decir adiós.
¡Pero El! . . . no vendrá, fue víctima de la intolerancia de los violentos en este mundo de ayer, de hoy y de siempre donde ellos solo fueron \"Dos Amantes mitigando el hambre de la soledad y el dolor con la pasión de su descontrolado Amor de Locos en la inmensidad de su inocencia\"
CATEGORÍA:
Para sabelotodos como tú: Cuento sociocultural.
Para mojigatos como ella: Cuento salvajemente inmoral Para vosotros los piadosos: cuento de mal gusto.
Para despistados como el: Cuento erótico.
Para los demás: El que les de su puta gana de ponerles.