Niños robots.
Se han perdido los niños, los inocentes de corazón;
los que entre sueños jugaban con amigos, mascotas,
o papalotes que van al sol.
Atrapados en un muro de pantalla,
distraídos de lo que pasa a su derredor;
no escuchan, las voces del pasado,
apenas se auscultan como ecos ahogados
los libros en el cajón.
Son las horas más tristes de un balón,
de una muñeca que desea llegar al corazón,
de niños que se pierden de lo bello,
lo ordinario,
de algo dado con las manos o con la voz.
Los que han sido envenenados
por la tecnología y la idea tan precisa,
que reduce un buen juego de mesa
a ser obsoleto y sin estrategia.
¡Nos volvimos tan obsoletos!
Los que nos gusta mirar las cosas como son,
oler el aroma de una flor,
caminar por el bosque o cantar a todo pulmón.
Si una maquina ahora es su voz,
si se dejan ver, por el ojo de un monitor:
así no son, los niños de mi pasado,
los que gustan de la tierra y el lodo
los que juegan y disfrutan un asado.
Los niños de hoy, ya no tienen voz,
objetos de su avance tecnológico son,
niños sin risa ni dirección, niños robots.