Te prometí un atardecer lluvioso,
el viento arrastrando mil olvidos.
Una vereda poblada de hojas secas
y un albor desnudo y ya sin nido.
Te prometí la niebla y el destino
de tormentas y cien días fríos,
un invierno que corre hacia nosotros
y un corazón atrapado en sus latidos.
Te prometí el verano en su exilo,
la primavera que espera en su rocio
el alma apagada de un pálido otoño
y el calor húmedo de un último suspiro.