Por un instante olvidé
que fui olvidada.
Y te recordé
como aprendí se recuerda
lo jamás olvidable.
Y te llevé conmigo a mi mundo
así como el viento a las hojas secas
elevadas al primer contacto.
Y te amé…
-sin reservas de nada-
llenándote la escasez de mí
y contemplándote hondo el alma.
Y te miré radiante -insistente-
como el fuego con sus llamas más candentes
si con perseverancia quiere alcanzar
al más lejano y hermoso lucero.
Todo fue, eterno y fugaz
porque simplemente sucedió
como si el tiempo y los pecados,
la lejanía y la ausencia
no fuesen más que palabras leves
desechables en un segundo.
Bordé delicada -y apurada-
cada segundo que se iba…
te conté mil cosas de mí
en medio del espiral flotante
de estar nuevamente contigo.
Y feliz.
De pronto enmudecí y
mis labios fueron palomas
que emigraron quizás dónde:
tal vez a la promesa de la montaña
-o quizás a morir cerca del cielo-
cuando por algo recordé
que fui desdeñada.
O fue la mirada del invierno
que luego de un extasiado instante
se apodera de tus ojos y besos
y puede más, misteriosamente más…
que todo mi amor y mis versos.
O tal vez fue recelo -absoluto miedo-
de que me amaras de verdad e infinitamente…
por indeterminada vez…
¡de nuevo!
P-Car
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Paty Carvajal-Chile
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