Muero de ausencia
La vista se me va al banco,
a ese banco blanco donde
al raso pasabas tus noches,
y tus días.
La vista se me va al banco,
aunque hace casi el año
que faltas.
No sé si volaste al cielo
o pasaste a mejor vida
(a un albergue quiero decir).
Sigo pasando por allí y te veo,
aunque mi vista no te alcance.
Te veo con el recuerdo, con aquellos
pistachos que me negaste
por ser infranqueable muro a tus maleados
dientes.
Te veo, porque desde que escribo
soy capaz de ver lo invisible.
Los dos bancos lloran tu ausencia
desde la víspera de unas elecciones.
Pensé en primera instancia
que te trasladaron a un albergue de dicha,
más en el envés del pensamiento
se me alzó una nube negra.
Vivo sin saberlo y nunca lo sabré.
No hice por preguntar en los comercios
de los alrededores, no sé por qué.
Cada vez que paso por allí
de vuelta al descanso del hogar
sigo mirándote, avezados ojos
que van en pos de su instinto.
A veces miro al celeste incierto
que me tapa por si te adivino
entre estrellas, sin acierto.