¿Recuerdas del otoño aquella tarde soleada,
cuando juntos los dos contemplamos el celaje
que se percibía a través del breve boscaje,
mientras me conducías a tu antigua morada?
Nuestras manos entrelazamos en la dorada
sala que regía el semblante de un personaje,
respetable fundador de tu noble linaje,
que no apartaba de nosotros su hosca mirada.
En aquel maravilloso momento tu mano
acerqué a mis labios para poderla besar
y poder estrecharte después entre mis brazos;
pero tú giraste tu linda cara hacia el anciano
para así, ¡oh cruel ingrata!, poderte alejar
de aquellos mis apasionantes besos y abrazos.
Canciones de amor.