En algún lugar
todavía existe un lugar
que inunda las sequedades del alma.
Tuve ocho años,
también tuve tres,
y también cuatro
y diecinueve.
Este espejo desplomado en el camino
sin embargo
es por el que no pasan los años.
No está roto el amor,
sólo quienes de amor desconocen,
pues las lúgubres nostalgias son bestias que alimentan el desamparo.
Amanece para algunos.
Otros se abandonan por los brazos de nadie en la noche.
Otros aman la noche de la voz que termina.
¿Se trata de la vida viva
o de la vida
muerta?
Ya sólo existe una palabra capaz de sanar el alma.