Su sonrisa acaricia los espejos
de veredas mojadas de rocío,
ilumina el rincón de versos viejos
y trastoca el invierno en flor de estío.
Emerge de su mar, blanca gaviota,
como un rayo de sol en la neblina
a la vez tan cercana y tan remota,
luz de luna, candor que me alucina.
Yo he de volver atado a esa sonrisa,
a desandar mi sueño cada día
e inventar su mirada en una brisa
mientras duerme la loca fantasía.
(Con el aroma de marchitas rosas
la encuentro por la noche entre mis cosas)
Derechos reservados por Ruben Maldonado.