En sumergidas tierras,
por pinares antiguos,
por suelos adormecidos,
por vetustas ventanas
de estaciones clausuradas.
En domicilios de la brisa,
cantando hermafroditas
hermanos de la nada.
Donde se estrellan
aves silenciosas y lechuzas
cariacontecidas, y formas
aprisionadas por el vértigo.
Por las carteleras de cines
abandonados, con imágenes
de hace tres siglos. O por
vías indemostrables donde
concurren la falta de voluntad
y el desánimo.
Entre malezas y columnas
corporales, de racimos de uvas,
y de sangres coaguladas como
nieve.
Más acá, por los siglos, aullando.
Donde nieve y desdén se parecen
mucho, y las caras y los rostros,
asumen que ya han envejecido.
Fuera de las barcazas del ánimo.
Fuera de los años sin procedencia.
Donde duermen los columpios transmutados
en gallos o viento.
Cuando la madrugada me advierte,
y sueñan viejos símbolos, quitarse
la máscara dorada que les cubre.
Cuando los perfumes saben a desidia
y las alambradas sueñan con pájaros
nocturnos.
Lejos, lejos, partid lejos:
que la vida ya me detiene.
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