Morí en tu mirada.
Resucité en tus caderas.
Por un momento,
lo olvidé;
vos y yo,
solamente seremos
polvo de estrellas.
Pero,
valió la pena,
digo,
perderme en tu silueta,
enamorarme de tus gritos,
de tus rabietas,
de tus chinos,
de tus malas palabras,
de tus vicios,
de tus carcajadas…