Ahora estoy cerca tuyo
y me miras de reojo
con tus ojos más irónicos
casi peor que con desprecio
como si no me conocieras
y te preguntaras: “¿Quién
es este viejo señor
que trata de hablarme?” Porque
yo en serio trato de hablarte
dedicarte unas palabras
que busco y rebusco y elijo
entre las infinitas
que se me agolpan en la boca.
Si pudiera, las soltaría
todas de una sola vez
para sumergirte y asombrarte
para demostrarte un amor
innumerable e incansable
cuanto el ajetreo de los astros,
pero sería una prueba más
de mi falta de existencia
de mi esfumarme y perderme
en torbellinos de partículas
o pulsaciones de energía
en el vacío sin vacío
de mi particular hueco negro
que a cada momento amenaza
con tragarme y engullirme,
así que estoy cerca tuyo
y al mismo tiempo no estoy,
estoy rebosando de palabras
y no logro hallar las pocas
que sirven para decirte
“Buenos días” o “Buenas tardes”.