andrea barbaranelli

Muy buenos días, mi querida

 

Ahora estoy cerca tuyo

y me miras de reojo

con tus ojos más irónicos

casi peor que con desprecio

como si no me conocieras

y te preguntaras: “¿Quién

es este viejo señor

que trata de hablarme?” Porque

yo en serio trato de hablarte

dedicarte unas palabras

que busco y rebusco y elijo

entre las infinitas

que se me agolpan en la boca.

Si pudiera, las soltaría

todas de una sola vez

para sumergirte y asombrarte

para demostrarte un amor

innumerable e incansable

cuanto el ajetreo de los astros,

pero sería una prueba más

de mi falta de existencia

de mi esfumarme y perderme

en torbellinos de partículas

o pulsaciones de energía

en el vacío sin vacío

de mi particular hueco negro

que a cada momento amenaza

con tragarme y engullirme,

así que estoy cerca tuyo

y al mismo tiempo no estoy,

estoy rebosando de palabras

y no logro hallar las pocas

que sirven para decirte

“Buenos días” o “Buenas tardes”.