Uno se pone a escribir porque una chica linda se le atraviesa todas las noches por entre el camino de
vuelta a casa, porque intuye que sería un encuentro insuperable y nada simple es robarle una conversación;
porque le faltan agallas para salvarse del anonimato o porque espera la buena suerte en una
esquina de las calles del centro.
Uno escribe porque hace calor o porque son las noches sin viento la razón suficiente para no
encontrar algo mejor qué hacer. Porque a estas alturas el mundo es difícil de creer, aunque uno
abra bien los ojos y no halla a dónde ir o a dónde correr. Me sale un verso, dos versos; me cubro
el espacio entre respiración y respiración. Uno escribe porque no comprende así de pronto que la
vida es cambiante, que las nostalgias reaparecen cada vez más frecuentemente, y que uno escribe
reivindicándolas en la memoria.
Uno se pone a escribir porque se imagina todo un inventario de miradas supuestas que recaen en
sus ojos, esperando siempre la indicada.
Mario Cid