¿Eres tú, oh bendita aparición,
la montaraz y esquiva cervatilla
que del frondoso bosque en la orilla
huyó de mí como una exhalación?
Tu beldad cautivó mi corazón,
pues aun más que los rayos del sol brilla;
un célico astro eres tú sin mancilla,
divino dechado de perfección.
No me cansaría de ver tu belleza
si te dignaras quedarte a mi lado
para vivir siempre juntos los dos,
pero desapareces con presteza
cuando aún no he llegado a tu costado
sin dedicarme siquiera un adiós.
Canciones de amor.