Gerardo Guaza

A JORGE MANRIQUE

Yaces muerto

en el campo de batalla

con la mirada perdida

entre los cadáveres.

Tus dedos lívidos

empuñan aún la espada

que no pudo cercenar

tu infinita amargura.

La sangre te rehúye,

no besa esa piel

nacida pata el amor

y educada para el combate.

Por fin reposas

proscrito de ti mismo.

¿Era esa la muerte

que proclamabas?

Esa puntual dama

de oscuro semblante

reclinada sobre ti

roza tu frente tersa.