- ¿Papá, dónde estás?
- Debajo de la cama, mi vida.
- ¿Y por qué te has escondido, es que tienes miedo de los disfraces de Halloween?
- Para nada, hija, a estas alturas ya, a lo único que temo es al matrimonio. Lo que ocurre es que no me gusta que los niños coman caramelos y tampoco dar dinero, por lo tanto, me avergüenza no poder darles nada a los niños que preguntan si truco o trato. Cuando llamen al timbre, tú les abres para ver los disfraces y les dices que tu padre no está.
- Joo Papá, si por 2 o 3 caramelos no pasa nada.
- Se me ha olvidado comprar y la tienda está cerrada ya. Tampoco tengo monedas sueltas a mano, si no les daría algo.
- Papá, ¿has visto a Petronila Pimentón?
- Sí, mi vida, esta escondida aquí conmigo.
- ¿Ella tampoco tiene caramelos ni monedas?
- No es eso, mi vida, ella sí está pasmada de veras y dice que de aquí no sale...
Ayer te recogí del colegio y como por fin te tocaba ser \"respon\", llevabas contigo a Petronila Pimentón. Es la mascota de la clase y os vais turnando todos los compañeros para llevárosla a casa y cuidar de ella. Ya venías anunciándomelo un tiempo y tenías ganas, pero te tocó mal día para ser responsable, justo el día de Halloween.
Cuando yo era pequeño recuerdo que a esta noche se le llamaba de las ánimas, al ser la víspera del día de difuntos, aunque no acostumbrábamos a disfrazarnos. La celebración de Halloween es una tradición reciente, importada de los países anglosajones, más concretamente de los Estados Unidos, si no me equivoco. Yo no suelo seguir todas estas festividades: ni las adoptadas ni las de toda la vida. No me parece mal, cada uno se divierte a su manera y hay que reconocer que algunos disfraces son muy originales, pero sobre todo para los pequeños son motivos de peso para pasároslo pipa.
Después de comer te estuviste probando el vestido de vampiresa que te compré días atrás. Pensando en que te sirviera también para el próximo año, te lo compré un poco grande, y tuve que cogerte unos centímetros el dobladillo en la parte inferior para que no te lo pisaras. Cuando Petronila perdió el miedo, también le confeccionamos un traje de fantasma a ella, cortando un trozo de sábana y haciéndole 4 agujeros: 2 para los ojos y otros 2 para sacar por ellos las antenas, pues nos dijo que las necesitaba libres para poder detectar a los zombies. También nos estuvo contando como eran las casas de tus compañeros que ya se habían hecho cargo de su custodia, asegurando que la mía era la más desordenada de todas.
Hechos los preparativos, salimos para que vieras el ambiente y a comprar algo de comida para hoy, pues al ser festivo, los comercios no han abierto. \"¡Papá mira, una mujer disfrazada de bruja!\" Me dijiste al ver a una señora que caminaba por la calle, ataviada con una túnica negra y la cabeza cubierta con un pañuelo. \"No, mi vida, esa señora es musulmana, y va vestida así porque es la indumentaria típica de su cultura\". \"Ah vale, papá, sí es verdad, pues veo muchas mujeres vestidas así\". Después de hacer la compra, fuimos a recoger a Ainara y a Mónica, pero al no encontrarlas en el punto donde habíamos quedado, dedujimos que quizá tu tío Juan Antonio las habría recogido ya y nos marchamos.
Al llegar a casa vimos a tu tío, que acababa de llegar de trabajar y al rato se fue a por tus primas. Mientras las esperabas, te estuviste preparando, poniéndote el disfraz y pidiéndome que te pintase la cara con un set de pinturas que también te había comprado para la ocasión. El maquillaje no es lo mío, hija, y al sombrearte un ojo más de la cuenta, parecía que tenías un parche, asemejándote más a una pirata que a una vampiresa. Así inventamos el exclusivo disfraz de vampirata, único en el universo jalogüiniano, y te mostraste encantada con tu caracterización. Acto seguido le pusimos el disfraz a Petronila, pero como es tan larga, me quedé corto con el trozo de sábana y le asomaban las patas por debajo, y para corregirlo y que no se notase demasiado, le vendamos las patas con una venda blanca. De manera que la transformamos en una fantasmomia, ahí es nada. Todavía tardaron un rato en llegar Ainara y Mónica, durante el cual permaneciste muy agitada, deseando verlas llegar para darles el susto del siglo, pues nadie puede esperar encontrarse con una vampirata y una fantasmomia, por muy Halloween que sea. Como no habías dormido siesta, a punto estuviste de quedarte dormida antes de verlas llegar, angelico mío. Rendida ya de tanta emoción, te acostaste disfrazada y cuando tus párpados más te pesaban, escuchaste a tu prima llamarte desde la calle y te levantaste de un salto para quitarles el hipo del susto.