HE DECIDIDO VOLVER CON ELLA
porque no he podido caminar sobre las nubes
ni he logrado escuchar mis pasos sobre la tierra.
Además, el eco de su nombre
no ha dejado de sonar en mis oídos,
porque me he vuelto un vagabundo
andando por la orilla de la acera
y he dejado de comer.
Nadie lo nota, pero respiro
tratando de jalar un aire que me llene el vacío de la garganta
y en mis ojos habita una nube gris
que me hace tropezar y caer una y otra vez.
¿Qué más da?
Si esta noche le ruego que vuelva a acariciar mi cara,
que me deje acercar mis pies a los suyos
debajo de las cobijas para sentir su calor.
Qué más da si le suplico
que me deje besar la comisura de sus labios.
Vivir sin ella es tedio, pura desidia,
vivir sin ella es una puerta que siempre está entreabierta
y yo detrás esperando y ya no puedo.
Esta noche la iré a buscar y le imploraré que vuelva,
porque la necesito,
aunque esté y ella ya no me quiera,
y ya después que me mate,
pero ahora sí definitivamente
cuando quiera irse y no vuelva.
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